Alguien estaba, y aún está, escribiendo en foros de dudosa, muy dudosa reputación, con nombres de otras personas, alguien que pretende crear confusión entre algunas ramas templarias. No están utilizando nuestro nombre, por razones obvias, nosotros ya sabemos de quien se trata y estamos a la espera de ver que pasa cuando sin tardar mucho se encuentren el que ha recibido los ataques escritos y el que supuestamente los ha escrito sin saberlo, ya que no ha sido él. No falta mucho para eso, porque la coincidencia es algo que no pudo preveer la mano farsante que utilizó el nombre de otro para faltar, vejar e insultar a otras personas. Ahora, en unos pocos días se van a encontrar sin conocerse unos ni otros, lo único que conoce el insultado es un nombre y un apellido, que corresponde al que nunca escribió pero bajo cuyo nombre se mandaron esos mensajes.
Terrible como se remueven las aguas cuando alguno quiere jugar a ser mayor cuando la inteligencia no llega a más que a los principios de la adolescencia. Ni el insultado se merecía eso, ni la persona que no escribió nada y es más, ni conocía la existencia de esos foros y personajes, merece pasar por lo que no es.
El encuentro, como mucho, dentro de unos 20 días. ¿Que pasará cuando se encuentren y el uno le pida explicaciones al otro? Explicaciones que nunca podrá dar por desconocer absolutamente todo del tema en cuestión. Estaremos allí y lo contaremos, se lo aseguramos, lo contaremos y entonces desenmascararemos al culpable de parte de esos líos y tramas montadas a nombre de otros.
Nosotros lo contaremos, pero también aconsejaremos al que verá y conocerá de esa manera tan sorpresiva que han utilizado su nombre que denuncie al utilizador, al farsante que se hizo pasar por él.
Aun está a tiempo el autor del desaguisado de poner claro el asunto y pedir perdón a los dañados por sus malas acciones, antes que llegue el momento del encuentro que estamos propiciando y que tengamos que ser nosotros quienes descubramos el pastel.
Que intrigas, ¿verdad?, pues no es novela, es todo real como la vida misma, tan real como los cuatro meses que nos ha tocado esperar para desentrañar la madeja, recopilando mensajes, notas y emails. ¿Lo peor? los inocentes que han visto sus nombres implicados sin comerlo ni beberlo, sin tener nada, absolutamente nada que ver, con esos temas, agravando el hecho la confianza depositada en quien utilizó sus nombres sin pensar en el daño que les hacía a esas personas confiadas e ignorantes del mal uso que se daba a sus nombres.