La protesta es contra toda ley que consienta el aborto provocado en cualquiera de sus formas y modalidades
Ochenta y siete localidades españolas, muy especialmente Madrid, han sido escenario este fin de semana de un hecho insólito: decenas de miles de ciudadanos, acaso cientos de miles, se han movilizado saliendo a la calle a proclamar su defensa del derecho a vivir de los concebidos y aún no nacidos, y a expresar su rechazo a las leyes que consienten el azote del aborto provocado, que ya lleva cobradas más de un millón y cuarto de víctimas en nuestro país en los últimos 25 años.
Lo insólito de estas movilizaciones no ha sido el motivo, sino la convocatoria, que ha corrido a cargo de unas cuantas organizaciones privadas, carentes de todo apoyo financiero que no sea el de sus propios socios y simpatizantes. Sería sumamente difícil encontrar un precedente parecido; pero una causa tan noble y altruista como la defensa de los más indefensos ha encontrado, gracias a internet y al “boca a oreja”, apoyo moral de instituciones españolas y extranjeras, laicas y confesionales y, sobre todo, comprensión por parte de millones de compatriotas: es bien sabido que una manifestación no subvencionada en la calle revela al menos la aquiescencia entusiasta de entre 10 y 20 veces el número de manifestantes, y la simpatía de un número aún mayor de ciudadanos que no han podido acudir. Dos rasgos destacamos de lo ocurrido en esas concentraciones humanas a favor del derecho de todos, en especial los más pequeños y débiles, a vivir: el primero es el ejemplar civismo con que se han desarrollado, cuidadoso con los bienes públicos, exquisitamente respetuoso con todos (incluidos los adversarios). La intervención de un piano y un violonchelo en medio del silencio absoluto de la muchedumbre permite hacerse una idea del nivel de la manifestación de Madrid. Pero hay que resaltar también, en cuanto al contenido de las concentraciones, que las expresiones de protesta no se han dirigido contra el proyecto de nueva ley de plazos que se propone el Gobierno, ni contra el disparate de consagrar legalmente el presunto derecho de las menores a partir de los 16 años para someterse a un aborto sin autorización y ni siquiera conocimiento de sus padres. La protesta ha ido dirigida contra toda ley que consienta el aborto provocado en cualquiera de sus formas y modalidades. El Gobierno debería tomar buena nota de esto, si fuera verdad que busca la verdad y el servicio al bien común. Pero mucho nos tememos que este clamor social será ignorado, con lo que este problema habrá de persistir. Porque nunca será aceptado este holocausto pacíficamente mientras quede un rastro de respeto a la dignidad humana.