A partir del siglo XVI, esta enfermedad descendió drásticamente en Europa.
Un grupo de investigadores intenta averiguar los motivos de este cambio.
Observaron el genoma de las cepas medievales del patógeno responsable.
Una de las calaveras estudiadas, procedente de Dinamarca.| 'Science'
Es uno de los misterios sin resolver de la ciencia: por qué en el siglo XVI la lepra pasó de ser una de las enfermedades más prevalentes en la Europa medieval a prácticamente desaparecer. En un intento por comprender qué originó este repentino cambio, un grupo de biólogos y arqueólogos han reconstruido los genomas de las cepas medievales del patógeno responsable de esta enfermedad.
Para ello, exhumaron las tumbas de personas de aquella época y, a partir de sus restos humanos, decodificaron casi por completo cinco cepas de 'Mycobacterium leparae' (la bacteria causante de la lepra). "La reconstrucción de los genomas bacterianos no fue fácil", reconocen los autores de esta investigación, publicada en la revista 'Science'. "El material disponible de los viejos huesos humanos contiene menos del 0,1% del ADN bacteriano", argumentan.
Los investigadores desarrollaron un método especialmente sensible para la separación de los dos tipos de ADN y para la reconstitución de los genomas diana con un alto nivel de precisión. De esta manera, "fuimos capaces de reconstruir el genoma sin necesidad de utilizar cepas contemporáneas como base", explica uno de los autores principales del trabajo, Pushpendra Singh, de la Escuela Politécnica Federal de Lausanne (EPFL) en Suiza.
Los resultados fueron claros: los genomes de las cepas medievales son casi exactamente el mismo que el de las cepas contemporáneas y el modo de propagación tampoco ha cambiado. Si el descenso de los casos de lepra no se puede explicar a través del patógeno, la razón debe estar en el huésped, es decir, en nosotros", concluye Stewart Cole, codirector del estudio y jefe del Instituto Salud Global de EPFL.
"Este trabajo ha utilizado una metodología muy avanzada que ha permitido observar que el genoma de las cepas es idéntico hoy en día de la época medieval, pero no consigue asegurar cuál fue la causa de la erradicación", comenta Pedro Torres, director del laboratorio del Hospital de Fontilles, el único dedicado exclusivamente a la lepra en nuestro país, en funcionamiento desde 1902.
Probablemente, indican los autores de la investigación, los humanos desarrollaron resistencia a la enfermedad. Como afirma el especialista español, al comentar el artículo, podría estar relacionado "con la adaptación de nuestro sistema inmune, con un mecanismo de selección natural que ha permitido ir sobreviviendo a los individuos más resistentes". Hay estudios que apuntan causas genéticas "que hicieron a la mayoría de los europeos más resistentes que el resto de la población mundial", señala Cole.
Seguramente, agrega Torres, "se deba a una combinación de factores y que también influyese el hábito de aislar a los individuos infectados para cortar la cadena de transmisión, o la mejora de las condiciones higiénico-sanitarias".
Importante desde el punto de vista histórico
Cole y su equipo descubrieron una cepa de 'Mycobacterium leprae' medieval en Suecia y Reino Unido casi idéntica a la cepa que actualmente se encuentra en Oriente Medio. "No tenemos datos para determinar la dirección de la propagación de la epidemia. El patógeno podría se podría haber llevado a Palestina durante las Cruzadas, pero el proceso podría haber operado en sentido contrario", explica el investigador principal.
Los resultados "son importantes desde el punto de vista histórico, pero hoy por hoy no tienen ninguna aplicación clínica", aunque "sí es posible que esta metodología de análisis del ADN de la lepra permita, por ejemplo, saber algo más sobre su origen, en qué momento de la evolución la bacteria se separó de la de la tuberculosis, que pertenece a la misma familia...".
En definitiva, subrayan los investigadores, este estudio ayuda a mejorar la comprensión de las epidemias y el modo en el que opera el patógeno de la lepra, que todavía afecta a más de 200.000 personas en todo el mundo cada año. En España, añade Torres, se diagnostican "apenas una treintena de casos al año, aunque la mayoría son importados de otros países. La transmisión endógena en España prácticamente ha desaparecido y los casos endógenos que aún vemos [unos 12 al año] corresponden a individuos ancianos que se infectaron del bacilo en su juventud y muchos años más tarde, quizás por una situación de inmunodepresión, desarrollan la enfermedad".