Hay varias partes difíciles de cumplir en el Padre Nuestro y ésta es una de ellas, no por el pedir que nos perdone sino por ese “como también nosotros perdonamos”. ¿Realmente perdonamos? y si lo hacemos ¿cuándo y por qué lo hacemos? Habría que distinguir dos partes fundamentales que lo condicionan y son cómo actúa el que nos ofende y cómo reaccionamos nosotros.
Puede que la otra persona lo haga sin querer. La falta de intencionalidad siempre ayuda. Saber que el ofensor no pretendía ofendernos, dañarnos, o que no había calculado el alcance de las consecuencias, nos hace más llevadero el camino hacia el perdón. Incluso Jesús en la Cruz dijo “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Podemos perdonar y puede que hasta olvidar, depende de cuánto nos haya afectado. El olvido no es voluntario. Recordar, sí puesto que muchas veces nos empeñamos en hacerlo. Sólo cuando hemos perdonado de corazón, cuando esa falta ya no es tal para nosotros, podemos olvidar de verdad, sin que quede escondido el rencor en algún lugar recóndito de nuestra memoria.
En todo caso, el recibir unas disculpas sinceras y muestras de arrepentimiento también nos predispone al perdón. En el sacramento de la Penitencia de la religión católica es necesario el arrepentimiento y el propósito de enmienda para recibir el perdón de nuestros pecados. De momento no nos alejamos demasiado de los dictados de la Iglesia… si nos sirve de consuelo.
El gran problema aparece cuando no hay muestras de arrepentimiento, ni disculpas, ni propósito de enmienda. Entonces parece casi suicida perdonar, ¿para qué? ¿para que nos la vuelvan a dar en la otra mejilla? ¿O perdonamos pero teniendo muy en cuenta lo que nos han hecho y poniendo las medidas necesarias para que no vuelva a ocurrir? Parece más juicioso. Pero ya no nos comportamos igual con esa persona. Levantamos barreras, desconfiamos y no vuelve a ser como antes. No olvidamos, desde luego. No está muy claro que a eso se le pueda considerar realmente un perdón. Entonces, ¿qué es lo que nos mueve a perdonar? ¿lo hacemos por sentirnos bien con nosotros mismos, por seguir los dictados de nuestra Fe o por una conciencia colectiva?
En el primer caso, puede parecer una especie de prepotencia, de abuso del poder que nos da estar en esa situación privilegiada de decidir entre conceder nuestro perdón o no... y eso nos puede hacer sentir muy bien pero se podría considerar casi malsano.
En el segundo caso, tendríamos que ver hasta qué punto tenemos vocación de Santos. Somos humanos, debemos asumirlo. Eso no quita que siempre debamos intentar mejorar como personas.
Quizá sea la conciencia colectiva el motor más eficaz, cuando los intereses colectivos superan a los individuales. Aunque para eso nos tenemos que sentir realmente parte de esa comunidad. Llegamos entonces al punto en que el perdón no es un sentimiento, sino una decisión. Y como tal, siempre está en nuestra mano perdonar.
El perdón nos hace sentirnos bien, tanto a nosotros mismos como a la persona que nos ha ofendido aunque sólo sea porque el rencor nos genera cierta incomodidad dentro de nosotros mismos. Intentemos pues perdonar y esperemos que Él perdone nuestras ofensas mucho mejor de lo que nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
Sor. +Laura