Conozco a sacerdotes y a personas creyentes muy practicantes que cuando ven o se enteran de alguno que, bien por una muerte de un familiar, por otra desgracia o por una desilusión muy fuerte, dice que está enfadado con Dios.
¿Es malo enfadarse con Dios? personalmente pienso que no, que en su grandeza, el Padre, no solo contempla la posibilidad de que el hombre se enfade con Él, sino que la alienta. Pienso que ese mecanismo está grabado a fuego en la propia genética del ser humano, la capacidad de enfadarnos con Dios, del mismo modo que llevamos en nuestro ser la impronta de la autodefensa, del miedo a hacernos daño a nosotros mismos, etc.
Enfadarse con Dios es un mecanismo más de defensa del ser humano del que nos ha dotado el mismo Dios para evitar males mayores. No creo que Dios se enfade con nosotros por ello, y si pienso que provoca que nosotros nos enfademos con Él. Mientras estamos enfadados con Él, le echamos la culpa de lo que nos ha pasado o pasa, le hacemos cómplice de una muerte injusta, le, incluso insultamos, blasfemando en nuestro dolor, Él está tranquilo e incluso contento, porque dejando a parte el que enfadarse con Dios es una prueba más de que se cree en Él, mientras le hacemos responsable de todas las desgracias del mundo que nos hayan ocurrido, no atentamos contra nosotros mismos, es decir, por ejemplo, si una esposa fallece por mucho que hayamos pedido a Dios que no se la lleve, mientras le reprochamos su muerte, mientras dirigimos nuestra ira hacia Él, no nos cuestionamos que parte de culpa podemos tener nosotros, o que culpa puedan tener otras personas, lo que nos evita en muchos casos hacer muchas y grandes tonterías que podrían acarrearnos muchos más males, a nosotros y a nuestros familiares, de tal manera que cuando todo se tranquilice, porque el dolor se amortigua con el tiempo aunque no desaparezca, al racionalizar la situación, podemos darnos cuenta que Dios nunca nos dejó de lado, que estuvo presente aunque solo fuera para que nos enfadáramos con Él, como haría un amigo, como haría un padre. Es posible que incluso seamos capaces de ver su grandeza después del enfado al comprender que ese enfado nos ayudó a sobrellevar la desgracia y el dolor.
¿Que podemos hacer los demás cuando alguien, conocido o no, nos dice que está enfadado con Dios? ESCUCHAR Y COMPRENDER, dejar que la persona se desahogue, que derrame en la conversación toda su ira, todo el mal que siente, todo su dolor. Dejarle que diga de Dios lo que quiera, sin interrumpirle y sin querer hacerle entrar en razón, en nuestra razón; dejarle que insulte lo que quiera, que llore y patalee, que utilice la clásica y desagradable expresión contra el Padre que no repetiré aquí, porque esa es una de las maneras con las que Dios le está ayudando, y no podemos, no debemos interferir en ese particular y puntual enfado entre esa persona y Dios.
Luego, cuando cese la tormenta interior vendrá la reflexión particular e íntima, la reconciliación entre el Padre amoroso que siempre estuvo ahí y el hijo, ya calmado, asi lo reconocerá y podrá continuar su vida, con los recuerdos de la persona perdida, pero en paz consigo mismo y con Dios.