Cuando el diablo no tiene que hacer, con el rabo mata moscas, y eso es lo que le ha debido pasar al padre José Antonio Fortea Cucurull, que hoy escribe sobre los neotemplarios, y aunque en cierta parte tiene razón, es extraño que hable de disfrazarse de monjes, o de militares, (aquí es donde tiene razón), y que se permita el lujazo de decir que ninguno somos Templarios porque no nos reconoce la Iglesia Católica.
Y digo que es un poco raro porque una persona que no duda en disfrazarse de exorcista y montar escenitas televisivas utilizando a una joven supuéstamente poseida aunque en ningún momento se sale de la colchoneta donde la tienen tumbada; una persona que no duda en servir sermones y más sermones a través de su página web donde intenta convencernos de sus aventuras de Indiana Jones con el Diablo, web que utiliza para vender sus escritos y libros sobre el mismo tema, de tal manera que más parece haber llegado aun acuerdo con el mismísimo Maligno para uno con sus actos y el otro con sus ventas llegar hasta nosotros, venga ahora hablando de seriedad y formalidad.
Estamos de acuerdo en que hay malos y falsos Templarios, incluso papanatas que se disfrazan jurando luego descender de los antiguos Templarios, pero hay personas que son Templarios, pese a que a curitas como a usted, Jose Antonio Fortea Cucurull, le moleste porque no le dejan ganancia. Y digo esto porque todavía recuerdo sus conversaciones con uno que antes estaba entre nosotros y cuya asociación anda un poco desaparecida, del que guardo emails donde narra sus conversaciones con usted, y en ese tiempo en el que esa persona le hablaba de ser un futuro Maestre Templario, usted no decía que no hasta que no le tiraron de sus protegidas orejitas de exorcista de televisión y circo mediático.
Venda usted sus libros sobre demoniología, comercie con sus sermones también sobre lo mismo, continúe con su representante o búsquese uno si no lo tiene, que le facilite más programitas televisivos donde mostrar como realiza sus exorcismos con público incluido, y deje en paz a los Templarios que ya le dijeron una vez que no le querían, y sea usted feliz con su socio, el Diablo, y repártanse las ganancias como quieran o tengan pactado. Pero no se meta en berenjenales que nada le pueden aportar salvo que esté preparando un libro sobre como el Diablo ha influenciado en las personas de bien haciéndoles creer que son Templarios. No dejaría de ser otra aventura empresarial suya, novelada y no probada, como todas las que vende, dedicada a su mayor lucro económico.
Háganos un favor, váyase al Diablo que tanto le gusta y con el que tanto habla, y déjenos en paz, que ya no le cree a usted nadie, que es como una versión vieja de la película El Exorcista, y en vez de ayudar a la gente, como debería dada su profesión real de sacerdote, ya no hace más que daño con tanta parafernalia demoniaca y tanta compraventa de posesiones.
Uff, que aburrido resulta. Intente que le contrate Iker Jiménez y sea feliz con sus historias para no dormir, pero no se meta donde ni entiende ni le llaman. Aquí, ni el Diablo ni usted tienen cabida, ni baza para jugar.