Los
extraños visitantes
De todos los episodios de la infancia
de Jesús, tal vez el más conocido es el de los reyes magos. ¡Quién no recuerda
cada año, al llegar la Navidad, a aquellos misteriosos personajes que arribaron
a Belén desde tierras lejanas, envueltos en sus exóticos atuendos, para
ofrecerle al Niño Dios sus presentes de oro, incienso y mirra!.
El único evangelista que conserva el
recuerdo de este hecho es san Mateo (2, 1-12). Según él, procedían del algún
lugar del Oriente, y lograron encontrar a Jesús gracias a una misteriosa
estrella que los guió por el camino.
Este episodio está tan grabado en la
mentalidad popular, que millones de niños en todo el mundo hispano creen que
los reyes magos todavía siguen viniendo cada año, en la madrugada del 6 de
enero (día de su fiesta), a dejarles a ellos también algún regalo en sus
zapatitos.
Pero ¿qué sabemos exactamente de esos
magos? ¿De dónde procedían? ¿Por qué desaparecieron de la historia sin dejar
rastro, siendo que fueron los primeros extranjeros en descubrir el secreto del
Niño Dios escondido en la criatura que habían visto en Belén?.
Tres ideas que corregir
Lo primero que debemos tener en cuenta
es que el Evangelio de San Mateo no dice que los reyes magos fueran ni tres, ni
reyes, ni magos.
En efecto, Mateo no habla de “tres”,
sino de “unos” magos que llegaron de Oriente (Mt. 2,1), sin precisar
exactamente el número.
Tampoco dice que se tratara de “reyes”.
Sólo dice “magos”. No debemos, pues, imaginarlos como monarcas de ningún lado.
Finalmente, no eran “magos” en el
sentido actual de la palabra, es decir, no eran personas que realizaban trucos
de magia. En la antigüedad se llamaba “magos” a los estudiosos de las ciencias
secretas, a los sabios, especialmente a los que investigaban el curso de las
estrellas en el cielo; eran algo así como los científicos de la época. Por lo
tanto, a los “magos” de Mateo hay que considerarlos como astrónomos,
representantes del saber y de la religiosidad
pagana de aquel tiempo.
Pero ¿es posible que el episodio de los
magos sea verídico, y que en estos personajes se presentaran realmente en Belén
cuando nació Jesús? Si analizamos el relato a la luz de las noticias históricas
y científicas que tenemos, más bien parecería que no. Veamos por qué.
Muchas preguntas sin respuestas
a) Una estrella que guíe a los
magos desde Oriente hasta Jerusalén (es decir, de esta a oeste), luego de
Jerusalén a Belén (es decir, de norte a sur), y finalmente se detenga sobre una
casa (Mt. 2,9), es un fenómeno astronómico imposible de aceptar. Por otra
parte, habría quedado registrado en alguna crónica de la época.
b) Dice Mateo que, al enterarse
Herodes que había nacido el rey de los judíos, se asustó. Y agrega: “Y con él,
toda Jerusalén” (2,3). Pero ¿por qué el pueblo de Jerusalén, que odiaba a
Herodes y que justamente esperaba con ansias el nacimiento del Mesías, se iba a
asustar, en lugar de alegrarse en silencio?.
c) El relato cuenta que Herodes
convocó a los sumos sacerdotes y escribas para que lo ayudaran a averiguar
dónde había nacido Jesús (2,4). Pero tal reunión resulta imposible, pues
sabemos que los sacerdotes y escribas de Jerusalén tenían muy mala relación con
Herodes, y que el Sanedrín no estaba a su disposición desde que el monarca,
unos años atrás, había mandado a asesinar a varios de sus miembros.
d) El v.4 da a entender que el
nacimiento del Mesías en Belén era un dato recóndito y difícil de saber; y que
hubo que convocar a una junta de estudiosos y expertos para poder averiguarlo.
Pero Juan 7,42 afirma que todo el mundo conocía que el Mesías debía nacer en
Belén; y por lo tanto no hacia falta ninguna reunión de eruditos para saberlo.
¿Cómo no
hallaron la casa?
e) La actitud de Herodes frente a
los magos también resulta poco creíble. Está asustado nada menos que por la
posible aparición de un rival al trono. Y en un asunto tan delicado, ¿deposita
toda su confianza en estos extraños personajes recién llegados? ¿Por qué no
manda al menos a sus hombres tras ellos para asegurarse de cualquier descubrimiento?
f) Podemos imaginar el revuelo que
causarían, en una pequeña aldea como Belén, la llegada de estos insólitos
personajes de Oriente con su inusual carga de regalos. Y cuando se fueron, el
servicio de inteligencia de Herodes, ¿no fue capaz de descubrir a qué niño
habían visitado?
g) Según el relato de los magos,
mucha gente se enteró de que Jesús había nacido en Belén (Herodes, toda
Jerusalén, los sumos sacerdotes, los escribas, la gente de Belén). Pero según
san Juan, cuando Jesús salió a predicar nadie sabía que había nacido en Belén
(Jn. 7, 41-42). Y según Marcos, la gente de Nazaret tampoco sabía que el
nacimiento de Jesús hubiera sido algo especial (Mc. 6, 1-6).
El rey Salomón y
Jesús
Es posible encontrar explicación para
alguna de estas dificultades. Pero para todas ellas juntas, es difícil hallar
respuesta. Por eso, actualmente los estudiosos de la Biblia prefieren pensar
que el episodio de los reyes magos, así como está en el Evangelio, no sucedió
realmente.
¿Por qué, entonces, Mateo lo incluyó entre
los sucesos de la infancia de Jesús? Para responder a esto, debemos tener
presente que san Mateo compuso su Evangelio para una comunidad cristiana de
origen judío, es decir que tenía una formación y una cultura judías. Y sabía
que los judíos tenían una gran estima por los grandes personajes del Antiguo
Testamento. Ahora bien, Mateo no conocía demasiados detalles de la infancia de
Jesús. Sí conocía al Jesús adulto, pero no al Jesús niño. Entonces decidió
contar los distintos episodios de la infancia del Señor basándose en la vida de
los personajes del Antiguo Testamento.
Y una de las figuras más admiradas del
Antiguo Testamento era, sin duda, el gran rey Salomón. Según la Biblia, este
monarca gozaba de una sabiduría y una inteligencia tan extraordinarias, como
ningún otro rey la tuvo jamás ni antes ni después de él (1 Rey 3,12). Su
ciencia fue superior no sólo a la de los otros reyes, sino a la de todos los
sabios de Oriente (1 Rey 4,9-11). Llegó a componer 3.000 parábolas, 1.005
poemas, y hasta escribió tratados de botánica y de zoología (1 Rey 5, 12-13).
Viajó para ver si era cierto
¿Cuál era un de los episodios más
famosos y divulgados de la vida del rey Salomón? Sin duda el de la visita de la
reina de Saba. Los judíos solían contarlo con gran orgullo.
¿Y
qué decía? Que un día se presentó en Jerusalén una reina anónima, venida de un
lejano país llamado Saba; había oído hablar de la extraordinaria fama del rey
israelita, y quería conocerlo y admirarlo personalmente (1 Rey 10, 1-13).
Este episodio era tan popular y
conocido entre los judíos, que el mismo Jesús lo citó en cierta oportunidad
cuándo, discutiendo con los judíos que no creían en él ni querían aceptar sus
enseñanzas les dijo: “El día del Juicio (final), la reina del Sur (o de Saba)
se levantará contra ustedes y los condenará. Porque ella vino desde lejos nada
más que para escuchar la sabiduría de Salomón; y aquí hay alguien que es más
que Salomón ( y ustedes no lo quieren escuchar)” (Mt. 12,42).
Ahora bien, si analizamos el relato de
la reina de Saba, encontramos los mismos elementos que en el relato de los
reyes magos.
Igualito que la reina
1) Una reina anónima se puso en
camino y viajó a Jerusalén desde un lejano país de Oriente (1 Rey 10,1). Unos
magos anónimos se pusieron en camino y viajaron a Jerusalén desde un lejano
país de Oriente (Mt. 2,1).
2) La reina era sabia (1 Rey 10,1)
Los magos eran sabios.
3) Ella buscaba al rey de los
israelitas para admirarlo ( 1 Rey 10,9). Ellos buscaban al rey de los judíos
para adorarlo (Mt. 2,2).
4) A la reina la guió una
estrella. (La literatura judía dice: “Cuando la reina de Saba se acercaba a
Jerusalén, reclinada en su carruaje, vio a lo lejos una rosa maravillosa que
crecía a orillas de un lago. Pero al aproximarse más vio con asombro que la
rosa se transformaba en una luminosa estrella.
Cuanto más se acercaba, más
brillaba su luz”). También a los magos los guió una estrella (Mt. 2,2).
5) La reina de Saba llegó
planteando enigmas difíciles de resolver, y halló las respuestas (1 Rey 10,3).
Los magos llegaron planteando un enigma difícil de resolver, y hallaron la
respuesta (Mt. 2, 4-5).
6) La reina le ofreció a Salomón
los regalos que le traía: oro, incienso y piedras preciosas (1 Rey 10,10). Los
magos le ofrecieron al Niño los regalos que le traían: oro, incienso y mirra
(Mt. 2,11).
7) Luego de admirar a Salomón, la
reina regresó a su país y desapareció de la historia (1 Rey 10,13). Luego de
adorar al Niño, los magos regresaron a su país y desaparecieron de la historia
(Mt. 2,12).
Sabio como el rey sabio
Es posible, pues, que el relato de los
magos, así como está contado en el Evangelio de Mateo, no haya sucedido
realmente. Que no se trate de un hecho estrictamente histórico, sino que haya
sido creado por san Mateo, teniendo como base la narración de la visita de la
reina de Saba a Salomón.
Este
modo de contar la biografía de alguien era muy común entre los teólogos judíos
de aquel tiempo, que, más que una precisión histórica, buscaban siempre
transmitir una enseñanza o un mensaje.
Y por supuesto que los lectores judíos,
al leer el relato de los magos, descubrían inmediatamente lo que el autor les
quería decir: que Jesús era un nuevo y más grande Salomón, enviado por Dios a
la tierra; que en este Niño nacido en Belén residía una sabiduría y unos
conocimientos extraordinarios, como nunca los hubo antes en ningún ser humano,
ni los podrá haber después; que las cosas que esta Niño diga cuando sea grande,
aunque resulten desconcertantes o sorprendentes, pueden ser aceptadas con
confianza; porque es Dios quien habla a través de él.
El destino de los
magos
Los misteriosos magos de Oriente que
llegaron a Belén para visitar al Niño Jesús cautivaron pronto la devoción y la
fantasía popular de los cristianos. Ya en el siglo II se los elevó a la
categoría de reyes; esto se debió a que había un Salmo que decía: “Los reyes de
Tarsis y de Saba le traerán sus regalos; todos los reyes se arrodillarán ante
él” (72, 10-11); y se creyó que los magos eran estos reyes que habían venido
para cumplir la profecía.
Luego se fijó su número: al ser tres
los regalos que le ofrecieron al niño (oro, incienso y mirra), se pensó que los
magos tenían que haber sido tres. Más tarde, en el siglo VI, se les dio
nombres: Melchor, Gaspar y Baltasar. En el siglo VIII, se los hizo de razas
diferentes. Y por último, en la edad media, se empezó a decir que uno de ellos
era negro.
Pero quizás lo más pintoresco sea el detalle
de sus reliquias. Según una tradición, los magos murieron en Persia.
De allí sus restos fueron llevados a
Constantinopla en el año 490. Más tarde aparecieron en Milán. Y finalmente se
los trasladó a Colonia (Alemania), en cuya Catedral descansarían actualmente,
junto a una ingenua inscripción que dice: “Habiendo sufrido muchas penurias por
el Evangelio, los tres sabios se encontraron en Armenia el año 54 d.C. para
celebrar la Navidad. Después de la misa, murieron. San Melchor, el 1º de enero
a los 116 años. San Baltasar, el 6 de enero a los 112 años. Y San Gaspar, el 11
de enero a los 109 años.”.
@extracto de un artículo del Padre Ariel Álvarez Valdés