Queridos hermanos, ¡Feliz Año Nuevo!
No me prolifero mucho escribiendo mis
comentarios en Fratertempli. No es
que no lo desee, simplemente utilizo otra página, la encomienda de Barcelona,
que como bien sabéis, administra un servidor.
Esta vez he considerado oportuno
dirigirme a todos vosotros, confiando que este medio, es seguido por muchos
hermanos de distintas ramas templarias.
Estas líneas vienen a colación del
escrito recientemente publicado por Fr. +Diniz el pasado sábado 5 de enero,
donde de manera esclarecedora y bien estructurada, nos invita a reconsiderar
nuestras expectativas por y para la Orden.
También quisiera añadir, que además de
las cuatro corrientes que el susodicho hermano argumenta como la continuidad
del legado templario, habría que sumarle una quinta: los descendientes actuales
de templarios, que han permanecido de generación en generación, guardando el
legado templario, tanto terrenal como religioso, de manos profanas, como es el
caso de la Casa Fox en Aragón.
Me gustaría que reflexionemos sobre la
obsesión permanente que sufrimos los actuales templarios en volver a ser
reconocidos por la Iglesia institucional, como si esa fuese la meta más
importante. Personalmente no lo creo así, pienso que el Altísimo permitió que
un papa, Clemente V, plegado y sumiso a la voluntad de un rey avaricioso y
endeudado con el Temple ‘hasta las cejas’, la disolviese. Así pues, un 2 de
mayo de 1312, Clemente V, emite una bula que sirve para entregar todos los
bienes a la Orden del Hospital. Bueno, todos no, a excepción de los existentes
en la península Ibérica (España y Portugal). ¿Adivinan quién pagó los gastos de
la deuda de Felipe IV? Acertaron, la Orden del Hospital con los bienes de la
Orden del Temple.
Una vez muertos Clemente V y Felipe IV
en el año 1314, el sucesor Juan XXII, resolvió en 1317, que las propiedades de
los templarios en la península Ibérica deberían servir para crear dos nuevas
órdenes: en Portugal la Orden de Cristo y
en Valencia, la Orden de Montesa,
quedándose esta última con las propiedades del Temple y el Hospital. En
compensación con estos últimos, el Hospital
conseguiría los bienes del Temple del
resto del reino de Aragón (Aragón, Cataluña e Islas Baleares).
Como vemos, no sólo Clemente V utilizó
como moneda de cambio los bienes del Temple,
sino también su sucesor, Juan XXII. Posteriormente, ningún otro papa se acordó
de todo lo que los templarios habían hecho por defender la Cristiandad, custodiando los Santos
Lugares del mundo musulmán. A ninguno le importó su trayectoria, ni tampoco
las cartas de reconocimiento de la ‘blanca milicia de Cristo’ del beato san
Bernardo de Claraval.
El papado hizo un buen negocio con el
Temple, y todavía, como bien apunta el hermano +Fr.Anselmo, lo continúan
haciendo con la bochornosa y carísima venta de las reproducciones de documentos
relacionados con la disolución de la Orden del Temple. ¡Ver para creer! Y
¡todavía nos atrae la idea de ser reconocidos por aquéllos que no dudaron en
aprovecharse de los bienes de nuestros hermanos mayores!.
En serio, ¿os gustaría continuar
poniendo vuestro dinero para ‘chanchullos internos’ de la institución vaticana?
O bien, nuestro Señor Jesucristo, a quien verdaderamente hemos servido y
debemos continuar sirviendo, acaso ¿no preferiría que nuestros bienes se destinasen
para ayudar a los más necesitados?
Para despedirme, sólo recordaros que
debemos sentirnos alegres y comprometidos con nuestro nombre: ‘Pobres
Caballeros de Cristo”, pues así lo advirtió el Mesías: “Bienaventurados los
pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mt, 5 3)
“¡Qué difícil les será encontrar el reino de Dios a los que tienen riquezas!”
(Mc 10, 23)
Por tanto, nuestra única preocupación
debe ser la de permanecer unidos y trabajar por la justicia y el amor hacia los
que más lo necesitan. El Altísimo, como Único Juez verdadero, se encargará del
resto.
Non Nobis
Fr.+Ramón Villar