Estamos llegando a un momento en el que, como quiere y declara este gobierno anticatólico, se da preferencia a la ciencia sobre la creencia, cuando en esos instantes de imposiblidad de la ciencia es justo al revés. Cuando la ciencia ya no sabe que hacer frente a los males de un enfermo, lo único que le queda al enfermo es, si la tiene, su creencia, su fe. Quizás esa fe no le pueda sanar el cuerpo, pero si tampoco puede la ciencia, el consuelo de esa creencia, la ayuda de ese Hermano sacerdote puede ser lo único a lo que aferrarse.
Es curioso ese empeño en negarnos a los católicos hasta el derecho a que nos visite un sacerdote en esos momentos trágicos del hospital, en los que sabemos que la llamada es inminente y que necesitamos esa preparación para afrontar el viaje sin miedos y con la esperanza de estar con el Padre. No entendemos desde Fratertempli porqué hay que quitar el derecho a las personas que lo quieran y necesiten ese consuelo espiritual y esa fuerza que da la presencia de un Hermano cuando todo lo material ya es superfluo e inútil.
Quizás sea la continuación a ese proyecto de considerar los restos de los asesinatos de niños extirpados por la aspiradora del vientre materno como restos no humanos. Quizás ahora el siguiente paso sea el de negarnos el derecho a preparanos en ese momento final de nuestra vida terrenal. Quizás sea que ante a imposibilidad de demostrar la inexistencia de Dios Padre, opten por ignorar y obligarnos a lo mismo, a ignorarla.
No saben estos criminales de niños, estos anticatólicos, que aunque se esfuercen y empleen todo su poder en negarnos la presencia sacerdotal, nunca podrán quitarnos la poderosa arma de la Oración, la comunicación directa e íntima con Nuestro Señor, y que nadie, ni nada puede lograr que en nuestro interior y a través de la Oración sincera e intensa del católico nos preparemos para estar ante su presencia confiados y esperanzados. Eso, ni el gobierno ni sus cómplices anticatólicos lo pueden evitar.