BARTOMEU BESTARD (*)
La biografía del rey Jaime I ha estado siempre rodeada de cierta áurea de leyenda -originada ya en el momento de su concepción- que, a veces, impide discernir la frontera entre los acontecimientos reales y los ficticios, provocando la duda de sí la realidad, una vez más, superó a la ficción.
Como ya debe saber el lector, este año se conmemora el 800 aniversario del nacimiento del Rey Conquistador, primer episodio de su biografía, y sin duda uno de los más sorprendentes de su vida.Jaime I, era hijo de Pedro el Católico y de María de Monpeller. Pedro era a su vez hijo de Alfonso el Casto. María, era hija de Guillermo VIII, señor de Monpeller y de Eudoxia, a su vez hija del emperador de Constantinopla. Cuando María se casó con el rey de Aragón, era ya su tercer matrimonio, pues a los once años se había casado con el vizconde de Marsella, y tras enviudar, a los diecisiete años contrajo matrimonio con el conde de Comenge. Finalmente, en 1206 se casó con el rey de Aragón. Pedro el Católico, siempre la desdeñó por no ser hija de rey, pero había consentido en casarse con ella por la importancia estratégica que tenía la ciudad de Monpeller muy bien situada en ese puzzle desordenado que era la Occitania.
Desde hacia años la Casa de Barcelona y los condes de Tolosa competían por hacerse con el control de ese extenso territorio, aunque finalmente tuvieron que unirse ante la embestida de los cruzados francos del norte, capitaneados por el temible Simón de Monfort, que con la excusa de la cruzada anticátara se estaban apoderando de todo el "midi" francés.
Como ya se ha apuntado, las relaciones entre el rey Pedro y su esposa María nunca fueron buenas, hasta el punto de que el Rey no quería ver a su mujer. Según el cronista Ramón Muntaner, los patriarcas de Monpeller, preocupados ante la posibilidad que el rey falleciese sin descendencia, con todos los problemas que ello acarrearía, planearon, engañando al rey bajo la complicidad de la Reina, un encuentro entre marido y mujer, con la intencionalidad de consumar el matrimonio.
Los preparativos de la iniciativa se desarrollaron con éxito, y al final toda la corte, por no decir toda la ciudad, excepto el Rey, conoció, y participó en la trascendente misión. Los días previos a la ejecución del plan, frailes, monjas, caballeros, artesanos, mercaderes? todos participaron con misas y oraciones para que al final, durante la noche de autos, la reina quedase embarazada.
El historiador Antoni Furió en su reciente libro sobre la vida de Jaime I, partiendo de los textos de Ferran Soldevila, cuenta con picardía como la reina se acostó con su marido sin que éste se diese cuenta de que se trataba de su propia mujer. Este episodio sucedió el día 6 de mayo de 1207. Se había conseguido que el rey pasase la noche en Miravalls, un pueblo cercano a Monpeller. Por la noche la reina, acompañada por un grupo formado por unos veinticuatro patricios de la ciudad, veinticuatro mujeres, la mitad vírgenes y la otra mitad casadas, dos notarios, abates y priores... todos ellos con un cirio en la mano, entró en la habitación a oscuras dónde descansaba el rey y éste consintió acostarse con ella sin reconocer ni sospechar que se trataba de su esposa. Durante todo el rato en que "el rei i la reina foren en llur deport", todo el séquito permanecía cerca de la estancia real rezando, con los cirios encendidos. Muy cerca, en Monpeller, la mayoría de las iglesias permanecieron toda la noche abiertas para que la gente rezase para que la reina se quedase embarazada. Transcurrido un rato, el grupo cortesano que aguardaba en los pasillos palaciegos, repentinamente, entró dentro de la estancia real provocando un sobresalto al rey, que se levantó con la espada en la mano. Fue entonces cuando se le explicó la verdad.
Este enorme tinglado que montaron las gentes de Monpeller no fue en balde, pues la reina María quedó en cinta, dando a luz a un varón el 2 de febrero de 2008, festividad de la Candelaria. Nada más nacer el bebé, María de Monpeller, entró en una iglesia y encendió doce candelas iguales. A cada una le puso el nombre de un apóstol y esperó a ver cual de ellas duraría más. La última en apagarse fue la de Jaime, y fue entonces cuando decidió bautizar al niño con ese nombre.
La accidentada venida al mundo de Jaime de Aragón fue un augurio de lo que le sucedería desde su más pronta infancia. En 1210 Pedro el Católico comprometió en matrimonio a su hijo con la hija de Simón de Montfort, enviándolo a Carcasona para que su futuro suegro ejerciese como tutor del joven príncipe. Jaime jamás se hubiera imaginado que al cabo de tres años su tutor sería el responsable de la muerte de su padre, durante la batalla de Muret (1213). Y tampoco se hubiera imaginado que ese mismo año perdería a su madre. Antes de morir en Roma, María de Monpeller dejó escrito en su testamente que encomendaba la tutela de su hijo a los templarios.
En 1214, el joven rey se desplazó al castillo de la Orden de Monzón, allí aprendería todas las disciplinas necesarias para ejercitarse en las artes de la guerra, pero esto ya es otra historia.(*) Cronista oficial de la ciudad