Las segundas generaciones son más vulnerables a los reclutadores
Un estudio en Murcia sobre un centenar de adolescentes de padres marroquíes revela que el 6,5% muestra alto riesgo de radicalización por frustración social, crisis de identidad y fracaso escolar y laboral.
95 jóvenes españoles captados por redes yihadistas se han marchado a Siria para combatir contra Al Assad. Proceden la mayoría de Ceuta y Melilla.
El resultado de este sondeo, que ha tomado como muestra 92 jóvenes desde los 18 años, es que el 6,5% de los encuestados mostraba alto riesgo de radicalización yihadista por un conjunto de factores: la frustración social, la crisis de identidad, la impulsividad, el fracaso escolar y el déficit de expectativas laborales. Cuando se dan todas estas circunstancias con incidencia, existe un alto riesgo de reclutamiento en grupos islamistas. “Han padecido fracaso escolar, no encuentran un empleo y arrastran un sentimiento de alienación política. Si son captados por reclutadores, les llegará el mensaje de que Occidente está contra el Islam y ven la guerra contra el terrorismo como una batalla contra su religión.
La secta takfir pone el foco en jóvenes desarraigados de Ceuta y Melilla
“Los musulmanes de segundas generaciones son un provechoso caldo de cultivo para el yihadismo. Los reclutadores se aprovechan del desarraigo social y la crisis de pertenencia para captar seguidores”, sostiene Óscar Pérez Ventura, experto en terrorismo yihadista y profesor del Campus Internacional para la Seguridad y Defensa (CISDE), que añade que Ceuta y Melilla son los epicentros de la captación de radicales.
El investigador sostiene que estas segundas generaciones son objetivo de los takfir, una secta de orientación suní relacionada con Al Qaeda y que se ha asentado sobre todo en el sur de España. Las fuerzas de seguridad localizan núcleos en Catalunya, la Comunidad Valenciana, Madrid, Málaga, Ceuta y Melilla. Pérez Ventura recuerda que estos misioneros difunden su mensaje radical en locales y pisos para evitar las mezquitas vigiladas por la Policía. Dos puntos calientes han sido el barrio de La Cañada en Melilla y El Príncipe, en Ceuta.
El pasado junio fueron detenidos ocho supuestos reclutadores vinculados a Al Qaeda que captaban a combatientes en Ceuta. Los yihadistas partían desde Málaga y hacían escala en Turquía. Fuentes policiales sostienen que 95 residentes en España han sido reclutados para combatir por la yihad en Siria y se han traslado hasta este país para luchar con los grupos afines a Al Qaeda.
Pero no todos los combatientes que han ido a Siria se ajustan al perfil de joven con crisis de identidad de un ambiente de riesgo social. Está el caso de Rachid Wahbi, un taxista de 32 años de Ceuta, casado y con dos hijos, que abandonó su ciudad para cometer un atentado suicida al volante de un camión bomba. El vídeo del ataque sirvió de inspiración para otros combatientes.
“La mitad de las segundas generaciones son vulnerables ante los reclutadores”
El estudio desarrollado por el capitán Julián Holguín constató que la mitad de los jóvenes encuestados se encuentra en una posición vulnerable, ante indicadores como la frustración y la pérdida de identidad. “No podemos hablar de una peligrosidad inminente”, matiza Holguín. Sin embargo, el germen de la desafección social entre las segundas generaciones de musulmanes puede llevar a España a imitar el escenario de Francia o el Reino Unido, según los investigadores.
“Me llaman moro por la calle”
¿Cómo empieza el sentimiento de desapego social y fracaso? “Los chavales perciben un distanciamiento social. Se quejan cuando les llaman moros en la calle, y no quieren vivir como sus padres cuando llegaron a España, que tuvieron que hacer esfuerzos”. La crisis agrava la sensación de impotencia, pero estos jóvenes atribuyen la falta de expectativas a su condición de hijos de padres inmigrantes. “Ven que son el fracaso de sus padres, tienen una carga anímica muy grande por no encontrar un hueco en el mercado de trabajo”. El investigador aprecia también un aumento de la brecha entre la cultura occidental y la islámica. “Algunos chicos detectan impedimentos para practicar el Islam y acaban en centros clandestinos ubicados en locales y garajes”.
Abdelrahim vuelve a Marruecos pensando que ha fallado a sus padres
La historia de Abdelharim, que llegó en patera siendo un adolescente en 2001, ilustra el sentimiento de decepción y desarraigo. Holguín ha seguidos sus pasos, desde que empezó a trabajar como temporero. En sus más de diez años de trabajo, casi todo el tiempo trabajó sin contrato. Cuando se marchó solo tenía 20 días cotizados. “Se fue pensando que había defraudado a su familia”. Los hijos de los que se quedan pueden encontrar el mismo sentimiento que Abdelrahim, pero en un lugar en el que no se reconocen.
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