afp - Un momento de la manifestación de los salafistas el domingo en la capital tunecina
La joven Khaoula Rachidi se encaró a los barbudos que el pasado 7 de marzo asaltaron el campus universitario de la Manouba, en la capital de Túnez, para tratar de impedir que arrancaran la bandera del país y la cambiaran por una enseña yihadista. No consiguió su objetivo, pero sí que el presidente interino de la República, Monzef Marzouki, la condecorara por su coraje. Rachidi es vista como una especie de heroína en la lucha por afianzar el cambio democrático y las libertades.
Todo ocurrió después de que el decano de la Manouba, Habib Kazdaghli, expulsara a varias alumnas que pretendían acudir a clase cubiertas de pies a cabeza por el "niqab", prenda utilizada por los musulmanes más rigoristas que no permite ver ni los ojos de la mujer. Kazdaghli está amenazado de muerte.
Choques similares entre esos dos Túnez se producen desde que hace un año el país magrebí fuera escenario de la primera de las revoluciones de la denominada Primavera Árabe y se expulsara del poder al presidente Ben Alí.
Varios miles de salafistas -mujeres a un lado, hombres a otro- han vuelto a tomar el domingo el centro de la capital tunecina. Tratan de imponer la "sharía" (ley islámica) como base de la nueva Constitución que se prepara en el país magrebí. Con actos como este los barbudos se han hecho fuertes y desafían a las nuevas instituciones y a muchos de los protagonistas de la revolución, que no se sienten identificados con los planes retrógrados que los salafistas pretenden imponer. En su camino arremetieron contra una manifestación de actores junto a un conocido teatro capitalino.
Varios cientos de personas se habían echado ya a la calle el pasado martes 20 de marzo, 56 aniversario de la independencia del país, para reclamar un estado civil secular frente a las pretensiones de los que desean un estado religioso y hasta un nuevo califato en Túnez. "¡No al espíritu retrógrado, no al califato!" o "¡No a la sharía en la Constitución!" fueron algunas de las consignas coreadas.
El escenario de la manifestación era el mismo en el que los salafistas, más numerosos, se dieron cita este domingo. La avenida Habib Bourgiba fue el corazon de las protestas que desataron la revolución. Túnez es sin embargo uno de los estados musulmanes y árabes en los que religión y poder se encuentran más separados.
Las primeras elecciones libres celebradas en octubre dieron la victoria a la formación islamista Ennahda, que domina la Asamblea Constituyente que prepara la nueva Carta Magna. La Constitución actual recoge el Islam como la religión del esatdo, pero no la considera como fuente de ley.
Consciente de que lo que necesita en estos momentos el país es estabilidad, Ennahda ha aceptado compartir el poder con formaciones seculares. De hecho, el presidente es Moncef Marzouki, un antiguo opositor al depuesto presidente Be Alí. Pero al mismo tiempo el sector modernista ve cómo los islamistas de Ennahda no se enfrentan abiertamente a los salafistas, lo que les hace dudar de qué modelo de Túnez es el que verdaderamente buscan.
@Luis de Vega, (Madrid)/ABC.es