La pregunta no es retórica. La lanza sin parpadear Aamir Liaquat Hussain, un controvertido presentador de televisión paquistaní durante su exitoso especial de Ramadán. Y ya van dos niñas entregadas a otros tantos matrimonios sin hijos. El tercer bebé, un varón, anuncia, llegará en los próximos días. A esto ha llevado la guerra de audiencias en Pakistán. Hussain y la ONG que le abastece de las criaturas defienden el programa. “Lo hacemos porque estamos tratando de concienciar de que no se deben arrojar a los niños no deseados a la basura, sea cual sea la razón que lleva a esa situación. Tanto si son hijos ilegales, como si se tienen demasiados o se carece de dinero para mantenerlos, pueden recurrir a nuestra organización, la Asociación Benéfica Chhipa, y nos haremos cargo de ellos”, justifica Ramzan Chhipa, el presidente y fundador de la ONG que ha facilitado las dos bebés entregadas hasta ahora.
Chhipa está furioso con la controversia que se ha desatado en los medios internacionales, a los que acusa de “falsa propaganda”. “Hacemos todo lo que está en nuestra mano para salvar a los niños”, asegura antes de añadir que cada mes recogen entre 10 y 12, la mayoría en vertederos. “También entrevistamos e investigamos a los potenciales padres. No es que le demos un bebé al primero que pasa”, subraya convencido de que el programa ayuda a difundir el mensaje.
Pero no todos los paquistaníes lo tienten tan claro. Muchos se muestran preocupados por los valores que difunde y la aparente falta de control legal del proceso.
“He oído que se trata de algo preparado de antemano y que la ONG que entrega a los bebés había vetado a las parejas con anterioridad”, comenta Mosharraf Zaidi, exdiplomático y activista por la escolarización universal. Aún así, Zaidi no esconde su malestar con el formato. “Es la comercialización total, el capitalismo desquiciado. Incluso si estaba preparado, plantea muchas preguntas, la primera de ellas cómo gestiona las adopciones el Gobierno paquistaní”, reflexiona.
La realidad es que Pakistán, donde el 60% de sus 193 millones de habitantes viven con menos de dos dólares al día, carece de una ley de adopción. “La única vía es acudir al juez y pedir la guardia y custodia”, explica por teléfono Sabee Shah, un abogado experto en protección infantil. “La adopción es contraria a la ley islámica y nuestra Constitución establece la nulidad de cualquier norma que choque con aquella”, añade. En opinión de este letrado, el programa no se ajusta a las leyes.
Desde la liberalización de la televisión decretada por Pervez Musharraf, un centenar de cadenas privadas luchan por la audiencia. A excepción de una docena de canales dedicados a la información continua y media docena consagrados a la religión, el grueso de ellos compite en el terreno del entretenimiento. Y es ahí donde Hussain, un cruce entre telepredicador y estrella mediática, ha dado con la fórmula mágica que ha paseado por diversas emisoras hasta recalar el año pasado de nuevo en Geo, la que le lanzó inicialmente a la fama.
Amaan Ramzan (Paz en Ramadán) es la versión especial para este mes sagrado de los musulmanes del programa de entretenimiento religioso que Hussain presenta durante todo el año en esa cadena. Se trata de un concurso, al estilo de El precio justo, en el que el público presente recibe premios por responder a preguntas sobre el Corán. Los afortunados salen del plató con microondas, lavadoras, frigoríficos e incluso alguna que otra moto. La introducción de los bebés está resultando una novedad muy polémica.
“Hemos creado un símbolo de paz y de amor, ese es el lema de nuestro show, extender el amor. Estoy dando un ejemplo. Entregar un niño abandonado a una pareja sin hijos”, ha declarado a la CNN el controvertido presentador, que en anteriores ediciones del programa ha ofrecido conversiones al islam en directo.
Durante maratonianas sesiones de casi siete horas, Hussain cocina, debate asuntos religiosos con un grupo de niños y seduce a su audiencia con un físico atractivo, labia de predicador y soltura de showman. Pero sobre todo reparte premios. De ahí que cientos de personas se congreguen a las puertas de la cadena con el deseo de formar parte del público. Solo medio millar tienen cabida cada día.
“El programa atrae sobre todo a gente religiosa con poca formación, no necesariamente los más pobres”, explica la periodista Midhat Ali Zaidi (sin relación familiar con el previamente citado Mosharraf). Además de mostrarse muy crítica con el cariz del programa, esta informadora cuestiona las credenciales de Hussain “que se hace llamar doctor, pero carece de doctorado y se ha revelado que el máster de que hacía gala era falso.
Fuente: Angeles Espinosa 31/7/13 El País.