BENDITA TRISTEZA: HOY, QUIERO ESTAR TRISTE, HOY, ESTOY TRISTE

Ayer recibimos de nuestro +Hermano François, Comendador de Toledo y Maestro de Armas, un email con este artículo de Salam Adlbi Sibai en el blog MÁS DE UNA VOZ y que subimos para que ustedes lo lean también.

Que pasen un feliz domingo si es posible, NND, FTAT, +Anselmo de Crespi.

No, no consiste en poner en la agenda: “el viernes tengo que ponerme triste. ¡No olvidar!”

La tristeza está minusvalorada hoy en día. Todo el mundo quiere escapar de ella. Todo el mundo la teme. Pero lo realmente peligroso, es que todo el mundo la desprecia.
La tristeza es importante, o mejor dicho imprescindible y necesaria. No podríamos conocer la alegría sin ella.

Además, ¿por qué tanto miedo, por qué tanta aprensión? Hay personas a las que les gusta la tristeza. No, no consiste en poner en la agenda: “el viernes tengo que ponerme triste. ¡No olvidar!”…no, no es eso. Sino que la tristeza viene y va. Y no hay que salir corriendo. Tampoco hay que dejarla ver que no la queremos, ¿alguna vez alguien se ha puesto en el lugar de la tristeza? ¿Os imagináis lo triste que la debe poner el hecho de que siempre la intentamos evitar?

Pero queridos amigos, la tristeza es inevitable.

Hay que disfrutarla. No, no me refiero a ser masoquista. Me refiero a ser humano. La tristeza hay que vivirla, sentirla, sufrirla…y finalmente, superarla.

No es malo el hecho de aceptar que “¡oye, estoy triste! Necesito sentarme y sentirlo. Llorar y sentir mis propias lágrimas rodando por mi propio rostro”. No es malo reconocer que estás herido/a, dolido/a, algo perdido/a, quizás también algo destrozado/a. ¡Maldita sea! ¿Por qué no?

La tristeza te recorre el cuerpo, intenta dejar huella en cada vena, en cada músculo…intenta darles descanso…que por el momento no se muevan…que posen…que pausen…que piensen…

Y entonces todo ese dolor fluye con ira y furia lanzando agua salada a través de tus ojos…a través de tu mirada…y éste es el momento de mirar al cielo, de sentir que no estás sola/o, de entender que Él te está mirando, que Él es El Único que sabe lo que piensas, sientes y deseas con exactitud, en cada instante de tu minúscula existencia.
Hoy, quiero estar triste, hoy, estoy triste. No me siento ni “chica Kellogg” ni “chica Evax” ni “chica L’Oreal” (o en versión masculina “chico DiCaprio”, o “chico Lacoste” o “chico Axe”), hoy me siento sencillamente yo.

Quiero mirarme al espejo y no sentir la necesidad de comerme el mundo. Quiero hacer una introspección en mi alma y no sentir euforia ni triunfo ni orgullo. Quiero sentirme vencido/a y rendido/a, sin avergonzarme de ello.

Hoy no quiero luchar. Hoy no tengo fuerzas para seguir adelante. Necesito reposar en mi tristeza. Mi mente solicita ver la realidad que me rodea en su pura frialdad, sin arco iris, sin “Heidi” ni “Laura de la pradera” ni “Yupi” por en medio.

Dejo por unos instantes a mi espalda esa llama de la esperanza en su más débil estado. Miro con fijeza hacia el oscuro horizonte que se alza majestuoso y también monstruoso, frente a mí.

Y durante esos instantes de tristeza, no puedo evitar pensar en el duro trabajo que me espera mañana, empezando por girarme de nuevo hacia esa llama de esperanza y luz.

Tengo la certeza plena de que solamente podré retomar las riendas con fortaleza junto a Ti. Mi Señor, gracias por permitirme sentir la alegría y la tristeza en su máxima plenitud. Mi Señor, gracias por concederme vivir y morir. Mi Señor, gracias por honrarme con conocerTe, gracias por honrarme con amarTe.



Hoy estoy triste. Mañana, seguramente no lo esté. Y pasado, a ciencia cierta, lo estaré de nuevo. Aprendo con ello a ser libre, porque ser libre tiene muchos sentidos y significados, y entre ellos está el conseguir liberarnos de nuestro estado de ánimo, de nuestra alegría y, especialmente, de nuestra tristeza.