No estoy para nada de acuerdo con ninguna de las palabras de el obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig Pla. No comparto ni una sola, ni creo que la homosexualidad tenga que estar inevitablemente unida a la prostitución, ni creo que sea una enfermedad ni por lo tanto que "se pueda curar". Es más, defendería sin dudar el derecho de los homosexuales a gozar d elos mismos derechos de los que gozamos los hetereosexuales, pero en un pais donde el que quiere dice lo que quiere, donde quiere, como quiere y cuando quiere; en un pais donde desde algunos, bastantes, medios de comunicación se ridiculiza constantemente a la Iglesia Católica y al cristianismo en general, sin tener el menor pudor en blasfemar, insultar y faltar gravemente a nuestras creencias que como cristianos defendemos, creo, que sin compartir las palabras del Obispo de Alcalá, tiene todo el derecho del mundo a decir lo que piensa, como cualquiera, y sin estar de acuerdo con ellas no tengo más remedio que defender su derecho a comunicar lo que le de la real gana, a pensar en voz alta, nos guste o no lo que diga, porque la verdadera libertad de expresión no es aquella que evita lo que nos molesta, lo que no nos gusta. La libertad de expresión es dejar decir hasta lo que no nos gusta, lo que nos molesta, lo que sea que quiera decir el otro.
Personalmente pienso que ese hombre no evangeliza a nadie con su palabra, no enseña nada a nadie desde su púlpito, salvo a ser un homófobo, a crear odio hacia una serie de personas con distintas opciones sexuales a las que la Iglesia Católica defiende, (aunque en su seno haya tendencias de todo tipo, hasta delictivas, como la pederastia), pero creo firmemente que no s elo puede obligar a callar, a no decir lo que realmente piensa.
Creo que se ha levantado una cacería en torno al Obispo de Alcalá injusta, porque al igual que él habló, mal pero habló, igual se le puede contestar, rebatir. No hay porque negarle la palabra, porque censurarlo. Que hable lo que quiera, que caiga en el ridículo y la desvergüenza mayor, pero que hable, que nadie le niegue su derecho, porque es el derecho de todos, hablar, nos guste o no, lo compartamos o no, pero que la libertad de expresión sea para todos, no solo para quien aplauda a diversos e influyentes colectivos sociales.
No por ello voy a dejar pasar la ocasión de decirle a ese mal obispo, a ese mal seguidor del Maestro, que está muy equivocado, que no conoce para nada el alma humana y que generalizar no es sano, y mucho menos cuando esa generalización provoca e insulta a miles de personas. No es bueno y no le deja en un papel meramente aceptable, ni a usted ni a la Iglesia a la que representa. Creo que es usted un hipócrita, un grandísimo hipócrita que mira la paja en el ojo ajeno y no ve la viga en el suyo, pero es solo mi opinión, tan respetable como la suya, esa opinión suya a la que sin compartir defiendo su derecho a dar. Esoperoq eu ahora no me niegue a mi el mismo derecho a dar la mía sobre usted.
FTAT, NND, +Anselmo de Crespi