Insólito y pasional, el festejo de los Caballos del Vino, engarzado en el alma de Caravaca con una fuerza de siglos, desbordó ayer todas las previsiones y congregó en la ciudad a cientos de miles de personas. Parecía imposible, pero la belleza y la maestría de los bordados en seda y oro superaron a las de otros años. La fiesta volvió a plasmar sobre el terciopelo la idiosincrasia de todo un pueblo.
La carrera rememoró de nuevo la gesta de aquellos caballeros templarios que, según la leyenda, subieron vino a lomos de un caballo en el siglo XIII para dar de beber a los presos cristianos en el castillo caravaqueño.
Por eso, moros y cristianos, no faltaron en una mañana que resume la mejor historia de Caravaca, encabezados por sus reyes. La mañana fue significativa por un motivo: la Soberana Orden del Temple y la kábila Abul Khatar conmemoraron el 50 aniversario de su fundación, que originó la renovación de las fiestas en el año 1959 y supuso que éstas entraran en su época moderna, la de mayor esplendor.
Fuente: diario El Faro de Murcia
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