En la ciudad de París todo el mundo procura salir lo justo de sus casas, y en los mercados, las pocas personas que se han aventurado a salir sufriendo las miradas de las parejas de soldados, vigilantes por las calles parisinas siguiendo las órdenes impartidas por el propio monarca Felipe IV, apenas susurran entre ellas, presas del pavor que recorre la ciudad desde que en la madrugada del 13 de octubre detuvieron a los Templarios, en la que, ayer, un triste día 18 de marzo, en la Isla de los Judios, utilizando madera húmeda para que ardiera más despacio, asesinaron al Gran Maestre Templario, Fr. +Jacques de Molay y a cincuenta y cuatro Templarios más,.
« "Dios sabe quién se equivoca y ha pecado y la desgracia se abatirá pronto sobre aquellos que nos han condenado sin razón. Dios vengará nuestra muerte. Señor, sabed que, en verdad, todos aquellos que nos son contrarios, por nosotros van a sufrir." "Clemente, y tú también Felipe, traidores a la palabra dada, ¡os emplazo a los dos ante el Tribunal de Dios!... A ti, Clemente, antes de cuarenta días, y a ti, Felipe, dentro de este año..."»
Los parisinos que pudieron, en un inexplicable ataque de fervor, acercarse a los restos humeantes de la hoguera y recoger alguno de los huesos y cenizas de los mártires Templarios, hoy guardan esas reliquias en lo más profundo de sus casas y lo mantienen en secreto, temerosos de los chivatazos que provocarían la inmediata detención por parte de las milicias reales.
Fuentes de palacio nos revelan que el monarca está presa de un ataque de nervios, pasando la peor noche de su vida, atormentado por la cita a la que fue convocado por el Gran Maestre de la Orden del Temple, emplazándole ante el Juicio de Dios en el plazo de un año como máximo, y servidores reales nos comentan desde el anonimato, que a eso se suma la desesperación de no haber encontrado todavía el muy bscado tesoro Templario, con lo que la situación económica que pensaba solucionar con el genocidio de la Orden del Temple no hace más que empeorar, y con ella su mal humor e histérica conducta.
Algo parecido se vive en Avignón, donde Clemente V, el Papa, nos cuenta uno de sus mayordomos, ha pasado la noche entera bebiendo vino y sin poder descansar, clamando en su borrachera por su inocencia y cargando la culpa de los asesinatos de los Caballeros Templarios a ese rey que lo tiene dominado y con bozal para evitar que hable. Dice ese mayordomo que en sus delirios etílicos le pedía a Nuestro Señor que hiciera caso omiso del emplazamiento que a él también le había lanzado Fr. +Jacques de Molay justo antes de morir, y es que teme que si no Dios, si alguno de los Templarios que han sobrevivido al genocidio cumpla con su deber vengando al Gran Maestre y a la Orden, atentando contra su persona, por lo que la residencia papal está bajo vigilancia y en estado de alerta.
Por otro lado se sabe que en algunos lugares se han vivdo algunas escaramuzas donde los soldados del reino francés han salido mal parados bajo justicieras espadas que se suponen templarias, sin tener certeza alguna a la hora de escribir esta crónica si han sido tropas Templarias o gentes del pueblo, movidas por el sacrilegio cometido contra sus protectores del Temple.
Se desconoce también el paradero de cientos de Caballeros y Damas que no han podido ser localizados en sus Encomiendas y Bailiazgos, creyéndose que, aún estando presentes en el asesinato de su Gran Maestre y el resto de +Hermanos asesinados criminalmente en la salvaje hoguera, lograron escabullirse saltándose los controles que cercaban la ciudad en un cepo ideado por Guillermo de Nogaret, el ministro de Felipe IV encargado de acusar y montar todo el proceso contra la Orden del Temple a partir de las falsas acusaciones que había ideado. No deja de rumorear el pueblo la ironía que un excomulgado como Guillermo de Nogaret, (excomulgado por Benedicto XI), por secuestrar y agredir al anterior Papa, Bonifacio VIII, fuera precisamente el encargado de elaborar y dirigir todos los argumentos contra los Templarios.
Seguiremos informando según se vayan desarrollando los acontecimientos.
@Para Fratertempli, Fr+Anselmo de Crespi, París, 18 de marzo de 1.314