Hemos recibido un nuevo artículo de Fr. +Diniz especial para el día de hoy, día de los Santos Inocentes. El artículo lo subimos, como es habitual, por su interés y por haberlo escrito un +Hermano, (ya saben todos los +Hermanos, sin importar de la rama de la Orden que sea, siempre que sea de las reconocidas, que pueden enviarnos sus artículos y reflexiones y se les subirá al blog), pero hoy me van a permitir una pequeña reflexión mía antes de dar paso al artículo de Fr. +Diniz.
Hace años, poco más de tres siglos, cuando la Orden estaba en la clandestinidad, en el día de hoy, día de Los Santos Inocentes, los clandestinos Templarios conmemoraban la memoria de los Mártires Templarios asesinados por la mano del ambicioso y miserable monarca francés Felipe IV permitida y auspiciada por la simonía y la cobardía del Papa Clemente V, cobarde entre los cobardes y que no dudó en plegarse a la ambición del rey y traicionar a los Caballeros de Cristo que más habían hecho por la Cristiandad.
Y es que realmente en este día no solo se celebra la matanza de los niños asesinados por Herodes, sino de todos aquellos que siendo inocentes pagaron con su vida las creencias que en ellos estaban arraigadas de tal manera que ni la amenaza de muerte pudo hacerles traicionar a Cristo, a diferencia, en nuestro caso de la Orden del Temple, del indigno sucesor de Pedro, Clemente V el Cobarde, el temeroso Papa que por mantenerse en el trono de Pedro no dudó en traicionar a la Blanca MIlicia de Cristo, a Cristo y hasta al mismísimo Dios. Así murió después, entre defecaciones, vómitos y horribles dolores ganados a pulso por su traición a la Orden, pese a ser en aquel entonces la cabeza de la Iglesia, una Iglesia que aún hoy, al menos oficialmente, aún no ha reconocido sus crímenes y traiciones para con los Templarios, algunos tan recientes como las profanaciones y expólios en Belver de los Horrores a manos, entre otros, del párroco del lugar.
FTAT, NND, +Anselmo de Crespi
Por la burla de los magos
Uno de los pasajes más terribles del Nuevo Testamento es sin duda, el relato que hace San Mateo sobre la degollación de los niños de Belén.
En el capitulo 2 de su Evangelio, nos cuenta como, cuando nació Jesús, se presentaron en Jerusalén unos magos venidos de Oriente siguiendo una profecía del Antiguo Testamento que decía: "Cuando aparezca una nueva estrella en Israel, es que ha nacido un nuevo rey que reinará sobre todas las naciones" (Números 24, 17) y por eso se habían venido de sus lejanas tierras a adorar al recién nacido. Estos magos preguntaron al rey Herodes: “¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?”. Herodes, que se consideraba el único rey de los judíos, se alarmó al oír esto pues pensó que se trataba de alguien que venía a quitarle su trono. Herodes mandó llamar a los especialistas en Biblia (a los Sumos Sacerdotes y a los escribas) y les preguntó en qué sitio exacto tenía que nacer el rey de Israel que habían anunciado los profetas. Ellos le contestaron: "Tiene que ser en Belén, porque así lo anunció el profeta Miqueas diciendo: "Y tú, Belén, no eres la menor entre las ciudades de Judá, porque de ti saldrá el jefe que será el pastor de mi pueblo de Israel" (Miq. 5, 1). Entonces envió a los magos hacia Belèn, donde tenía que nacer el Mesías, con la recomendación de que una vez que lo encontraran se lo hicieran saber. Pero los magos, después de hallar a Jesús, en vez de volver a Jerusalén y avisarle al monarca, decidieron regresar a su país por otro camino.
Cuando el rey Herodes se enteró de que los magos lo habían burlado, es decir le vieron la cara de inocente, se enfureció terriblemente y envío a sus soldados a matar a todos los niños menores de dos años de Belén y sus alrededores, a fin de eliminar entre ellos a Jesús. Pero éste logró salvarse porque José y María huyeron a tiempo a Egipto, donde buscaron refugio. (Mt. 2, 1-8).
Innumerables cuadros, pinturas y representaciones cinematográficas han mostrado esta terrible escena del Evangelio de Mateo, con los pequeños arrancados en brazos de sus madres cayendo bajo los golpes asesinos de los esbirros de Herodes.
Incluso se han hecho cálculos cuidadosos acerca de cuántos niños habrían muerto en aquella oportunidad.
Acerca de las cantidades
Ciertos comentaristas antiguos han calculado en 3.000 los “Santos Inocentes” muertos ese día. La iglesia griega sostiene que fueron 14.000. Los cristianos sirios los elevan a 64.000. Y algunos han llevado la cifra a 144.000, pues piensan que el libro del Apocalipsis, cuando habla de los 144.000 muertos “que no se mancharon con mujeres pues son vírgenes” (14, 1-5), se refiere a ellos.
Pero en realidad Belén era una pequeña aldea en tiempos de Jesucristo, y su población no llegaría a los 1.000 habitantes. Por lo tanto, los nacimientos no podían haber sido más de 30 por año. Como la mortalidad infantil de Oriente era muy elevada en esa época, es probable que sólo la mitad de los recién nacidos llegaran a los dos años, así que quedarían unos 15 niños. A éstos 15 hay que restarle la mitad, correspondiente a las niñas, que Herodes no tendría porqué haber ordenado matar, con lo cual nos quedan unos 7 niños sobrevivientes por año. Como las criaturas muertas tenían de dos para abajo, las víctimas debieron de haber sido unas 14. Y quizás unas pocas más si la degollina se hubiera extendido a los alrededores de Belén, como dice el Evangelio.
Sin embargo, hoy los estudiosos han avanzado más todavía, y se preguntan: ¿es éste un relato histórico? Es decir, ¿ocurrió realmente la matanza de los niños inocentes? Como mucho de los relatos con cierta historicidad de Mateo, veremos que lo más probable es que esto nunca haya pasado.
Herodes el Cruel
Cualquiera que sepa un poco de historia no dudaría en decir que es posible. En efecto, Herodes es ampliamente conocido en las Crónicas Judías por su carácter cruel y sanguinario, y sabemos que durante su gobierno no dudó en aniquilar a cuantos pretendieron ponerse en su camino o disputarle el trono, fueran éstos enemigos o parientes.
Por ejemplo, cuando subió al trono de Jerusalén, en el año 37 a.C. hizo matar a 45 partidarios de su rival Antìgono, así como a numerosos miembros de Sanedrín, la corte suprema de los judíos. Dos años después ordenó ahogar en una piscina de Jericó a su cuñado Aristóbulo, a quien poco antes él mismo había nombrado sumo sacerdote, aunque sólo tenía 16 años y era hermano de su mujer predilecta. En el año 34 mandó matar a José tío suyo y esposo de su hermana Salome. Cinco años más tarde cometió el delito más trágico de todos: debido a simples calumnias que le habían llegado, hizo matar a su matar a su mujer Miriam, de quien estaba locamente enamorado; y apenas fue ejecutada la sentencia, el rey se arrepintió y quedó tan enloquecido de dolor, que ordenó a sus
sirvientes que fueran por los pasillos del palacio llamando a la muerta en voz alta, como si todavía viviera.
Más crímenes y lágrimas para un funeral
Pero sus crímenes no terminaron allí. A los pocos meses mandó matar a su suegra Alejandra, acusada de intrigar en su contra. En el año 25 mató a su cuñado Kostobar, nuevo esposo de su hermana Salome. En el colmo de su crueldad, hizo matar a dos de sus hijos, Alejandro (el segundo) y Aristóbulo (el tercero), porque sospechaba que conspiraban contra él, así como 300 oficiales partidarios de los dos jóvenes.
Cinco días antes de su muerte, y hallándose gravemente enfermo, hizo matar a su hijo mayor Antípatro.
Cuando ya estaba a punto de morir, para poder concluir su vida con un acto digno de su temperamento brutal y feroz, como preveía que su fallecimiento iba a producir gran alegría entre sus súbditos y él quería que su pueblo llorara hizo encarcelar en el hipódromo de Jericó a los representantes de las principales familias judías del país, y ordenó a su guardia que fueran degollados apenas él muriera. Así habría lágrimas en todo su reino el día de su funeral.
Por todo este despliegue de crueldad y barbarie que exhibió Herodes a lo largo de gobierno, la idea de unos cuantos niños asesinados en Belén por temor a que le disputaran el trono, no resulta del todo descabellada.
El silencio de los inocentes
Pero (y aquí viene la dificultad para aceptar este hecho como histórico) resulta extraño que semejante matanza de niños no figure en ningún otro documento de la época. Es más: un autor judío del siglo I, llamado Flavio Josefo, nos dejó escrita la vida de Herodes; y de él hemos sacado todos los datos aberrantes arriba mencionadas sobre el monarca.
Ahora bien, curiosamente no menciona para nada el episodio de los niños de Belén. ¿Cómo es posible que Flavio Josefo, que sentía desprecio por Herodes, y que por esta razón se esmeró en dejarnos escrito el detalle de sus crímenes, incluso los privados y familiares, no se haya enterado de una matanza tan pública como la que ocurrió en Belén?
El silencio del escritor judío ha llevado hoy a los biblistas a pensar que la muerte de los niños inocentes, y la posterior huida a Egipto de la Sagrada Familia, no deben tomarse como acontecimientos estrictamente históricos.
Pero existe otra razón para desconfiar de la historicidad de esos hechos. Y es que los estudiosos han descubierto, además, un sospechoso parecido entre los episodios de la infancia de Jesús, y la infancia y vida de Moisés. En efecto, si analizamos lo que el libro del Éxodo cuenta sobre Moisés, y lo comparamos con lo que cuenta Mateo sobre Jesús, veremos que ambos relatos coinciden asombrosamente.
Vidas paralelas
1) Al nacer Moisés, un rey (el faraón) da la orden de matar a todos los niños nacidos en Egipto (Èx. 1, 15-22). Al nacer Jesús, un rey (Herodes) da la orden de matar a todos los niños nacidos en Belén (Mt. 2,16).
2) La orden del rey egipcio se debió a la desobediencia de las parteras (Èx. 1, 15-22). La orden del rey judío se debió a la desobediencia de los reyes magos (Mt. 2,16).
3) Ejecutada la orden, Moisés salva su vida milagrosamente (Èx. 2, 2-3). Ejecutada la orden, Jesús salva su vida milagrosamente (Mt. 2, 13-14).
4) Moisés se salva en Egipto (Èx. 2,5). Jesús se salva en Egipto (Mt. 2,14).
5) Luego de un tiempo muere el rey egipcio persecutor (Èx. 2,23). Luego un tiempo muere el rey judío persecutor (Mt. 2,19).
6) Entonces Moisés recibe la orden de volver a Egipto, porque han muerto los que intentaban matarlo (Èx 4,19).
Entonces San José recibe la orden de volver de Egipto, porque han muerto los que intentaban matar al Niño (Mt. 2,20).
7) Moisés toma a su mujer y a sus hijos, y vuelve a Egipto (Èx. 4,20). San José toma al Niño y a su madre, y vuelve a Israel (Mt. 2,21)
8) Moisés tiene que huir dos veces para salvarse de los gobernantes de Egipto (Èx 2,1-10 y 2,15). Jesús tiene que huir dos veces para salvarse de los gobernantes de Israel (Mt. 2, 13-14 y 2, 22-23).
¿Por qué los dos relatos son tan parecidos? Ocurre que Mateo compuso su evangelio para una comunidad cristiana de origen judío, es decir, que tenía una formación y una cultura judías. Y sabía que los judíos veneraban mucho a Moisés, ya que él había sido el salvador del pueblo y el mediador de la Alianza con Dios. Ahora bien, Mateo no sabía demasiados detalles de la infancia de Jesús. Sí conocía los hechos de su vida pública, pero no los de su niñez. Entonces decidió contarla inspirándose en elementos tomados de la infancia de Moisés más que en datos estrictamente históricos. De esta manera, aprovechó para decir a sus lectores que Jesús era el nuevo Moisés que Dios había enviado a la tierra. Incluso San Mateo dice que en ese día se cumplió lo que había avisado el profeta Jeremías: "Un griterío se oye en Ramá (cerca de Belén), es Raquel (la esposa de Israel) que llora a sus hijos, y no se quiere consolar, porque ya no existen" (Jer. 31, 15).
El especialista en sueños
Pero Mateo, en el relato de los niños inocentes, no sólo se inspiró en el Antiguo Testamento para la figura de Jesús, sino también para la figura de José. En efecto, el evangelista también sabía muy poco sobre José. O mejor dicho, no sabía nada, porque cuando Jesús se lanzó a predicar probablemente José ya había muerto. Por eso no lo
menciona nunca durante su vida pública. ¿Cómo representar, entonces, a este José del que no sabía nada? ¿Cómo caracterizarlo?
Mateo, pues, decidió describirlo con rasgos tomados del famoso José del Génesis, uno de los doce hijos de Jacob. ¿Y cuáles eran las características del José del Génesis? Era un “especialista en sueños”, pues Dios solía revelársele por este medio (Gn 37,19); y bajó durante su vida a Egipto contra su voluntad (Gn 37,28). Por lo tanto, estas dos características serán las únicas que Mateo contará de san José.
Por un lado lo mostrará como un “soñador”, a quien Dios le habla siempre en sueños (Mt 1,20; 2, 13; 2, 19; 2, 22). Y por otro, lo mostrará bajando al país de Egipto contra su voluntad (Mt 2,14). Incluso san José será el único personaje de todo el Nuevo Testamento que aparezca viajando a este país.
Es probable que, como Mateo desconocía los detalles de la infancia de Jesús, quiso narrarla inspirándose en los personajes del Antiguo Testamento, de manera que Jesús será el nuevo Moisés, Herodes será el nuevo Faraón, y san José será el nuevo patriarca José.
Salvar de nuevo al niño
Como hemos visto, San Mateo, en su relato de la matanza de los niños inocentes y de la huida a Egipto, no pretendió contar con un hecho exactamente sucedido durante la niñez de Jesús. Lo que quiso fue explicar a los lectores que Jesucristo es el nuevo Moisés que los judíos estaban esperando para hacer una Nueva Alianza. Y esto lo dijo a su manera, es decir, contando que cuando Jesús era niño (como Moisés), debió afrontar una trágica persecución (como Moisés), y que logró salvarse milagrosamente del monarca que lo buscaba, aunque ello significó la muerte de otros niños inocentes (como Moisés).
Enseñar esto a sus lectores era mucho más importante que relatarles detalles biográficos o cronológicos de Jesús, que por otra parte él conocía muy poco.
Pero Mateo quiso también dejarnos a nosotros, los lectores de hoy, un mensaje. Y es que en todas las sociedades es posible encontrar hombres con ambición de poder, tiranos dominadores de las naciones, que no respetan a nadie, al punto tal de no dudar en eliminar a cuantos se interponen en su camino. Estos tiranos también se encuentran en las sociedades más pequeñas, en las instituciones, en las familias, y hasta en el grupo de amigos. Son aquellos que siempre quieren dominar, que no soportan la idea de que haya alguien por encima de ellos, y para los cuales las personas son simples escalones sobre los que se puede pisar para subir más arriba.
Pero, según Mateo, estos dominadores no se dan cuenta de que, despreciando a los hombres, están enfrentando al mismo Dios.
Por otro lado sabemos también que los Reyes Magos también fueron un artificio creado Mateo, con un motivo especial. Por lo tanto, si los reyes magos le jugaron la inocentada a Herodes, habrá que ser mas inocente para creer en los reyes magos que no existieron.
El sentido de una fiesta
Desde épocas muy antiguas los cristianos, leyendo literalmente los evangelios, buscaron celebrar la memoria de los niños muertos en Belén, ya que éstos aparecen en el Nuevo Testamento como los primeros mártires de Cristo. Por eso ya en el siglo IV apareció esta fiesta en el norte de África, donde la Iglesia de la ciudad de Cartago la conmemoraba todos los años con honda tristeza.
En el siglo V la celebración pasó a Roma, y desde allí se extendió luego al resto de las iglesias. Durante la Edad Media, la memoria de los Santos Inocentes fue ubicada el 28 de diciembre, es decir, pocos días después del nacimiento del Niño Jesús, para acercarla lo más posible al acontecimiento que lo originó. En el siglo XVI, el papa san Pío V la elevó a la categoría de “fiesta” litúrgica, y poco a poco fue cambiando el carácter luctuoso que tenía por el más alegre que actualmente posee.
Pero si el relato de la muerte de los niños de Belén no fue un hecho exactamente histórico, ¿qué celebra entonces la Iglesia el día de los “Santos Inocentes”? Más que conmemorar a niños de Belén concretos y conocidos del siglo I, la Iglesia quiere recordar ese día a la inmensa multitud de hombres y mujeres que han dado su vida por mantenerse fieles a los valores cristianos, sea que hayan conocido o no a Jesucristo en sus vidas. Es lo que dice la oración en la misa de ese día: “Señor, los mártires inocentes proclaman tu gloria en este día, pero no de palabra sino con su muerte. Ayúdanos a nosotros a testimoniar con nuestra vida la fe que confesamos de palabra”.
Muchos de estos mártires que se inmolaron por la mayor grandeza de Dios, son sin lugar a duda nuestros hermanos mayores. Recordemos entonces sus gestas y vivamos sus ideales.
Que Dios Nuestro Señor, el Omnipotente, Omnisciente, Omnipresente, el Inefable, os bendiga, y que Nuestra Amada Señora, la Rosa Mística, os proteja, por hoy y por siempre, Non Nobis Domine, Non Nobis, Sed Nomini Tuo Da Gloriam
‡Fr. Diniz
Bibliografía:
Enigmas de la Biblia, Padre Ariel Álvarez Valdés
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