De nuevo un texto que se escribió en su día para los +Hermanos de Fratertempli Orden del Temple y que hoy me salta entre tantos documentos guardados en los archivos y que deseo compartir con todos.
Estimados +Hermanos, mi reflexión está costando escribirla hoy, primero porque no quiero ofender a nadie y segundo, porque me gustaría ser capaz de expresarme bien para poder ser entendido.
Es un poco duro y posiblemente alguno se escandalice si digo sin más, que es casi imposible que nuestro Padre, Dios, le otorgara directamente a Moises las famosas Tablas de la Ley. ¿Realmente veis a Dios, martillo y cincel, escribiendo sus mandamientos en unas piedras? ¿Creeis que nuestro Padre necesita, ya no solo escribir la Ley, sino imponer y juzgar a través de un reglamento sancionador su incumplimiento?
No creo que Dios se comunique con nosotros a través de la escritura directa de su mano ni a través de ningún signo exterior. No porque no pudiera, sino porque Dios se comunica a través del ser, es decir, encontramos la voluntad del Padre en su esencia, lo que significa que comunica su voluntad en la creación, porque en todos nosotros mora, forma parte indestructible la impronta de Dios, y a través de ella es como podemos conocer su voluntad, a través de esa presencia interna de Dios.
¿Cual es entonces el problema? Que cada vez vivimos más hacia el exterior, hacia afuera. Cada vez somos menos capaces de ver la imagen de Dios en nosotros mismos, en nuestro interior. Por eso, y tan solo por eso, al no verla, necesitamos que desde fuera nos digan, nos interpreten, cual es la voluntad de Dios. Moises fue capaz de eso, de ver en su interior, de buscar dentro de si al Padre, y le encontró, y se dio cuenta de que la gran mayoría no lo buscaba, y se lo comunicó a través de esas Tablas que, si bien sigo diciendo que Dios no las escribió, si de alguna manera las inspiró, al buscar Moises a Dios en las profundidades de su propio ser.
Pensar en que nos enriquece el cumplimiento de la Ley Divina tal cual, sin entenderla, sin hacerla nuestra tan solo obedecerla y cumplirla por miedo a las represalias o sencillamente porque esta escrito. En nada, porque si no vemos, si no encontramos que lo que la Ley busca es que cambie de tal manera que me adapte a la voluntad de Dios, que no es otra cosa que adaptarme a lo que mi.propio ser me exige, convencerme a mi mismo que eso es lo mejor para mi porque es Dios, es su impronta, es su voluntad. Si no actuo convencido de eso, actuar tan solo porque la Ley lo dice o por evitar esos castigos divinos de los que hablan, ni me aporta nada, ni me hace mejor, ni me acerca a Dios.
¿Porque acusaron a Jesús, al Cristo, de saltarse la Ley de Moisés? ¿Quien acusó a Jesús de "semejante delito"? Los más fanáticos cumplidores de la Ley de Moisés, los fariseos, los que seguían la Ley al detalle, rígida, escrupulosamente, pero sin entenderla, sin hacerla propia, tan solo externamente, y Jesús no vino solo a cumplir la Ley, para eso no hacía falta que viniera. Jesús vino a ampliar la Ley, a ir más lejos de la Ley escrita, a descubrir el Espíritu de la Ley, porque la Ley escrita no deja de ser una versión humana, y como humanos que somos no podemos decir que ya está todo escrito, que sobre Dios y su voluntad no se puede decir más, porque las palabras, mi palabra, por ejemplo, no puede ser definitiva, porque soy humano y en permanente búsqueda de la voluntad del Padre, nunca podré decir la última palabra sobre Dios, nadie podrá decirlo, y a eso vino Jesús, a ir más allá de esa Ley escrita, ir directamente a su espíritu, a invitarnos que siguiéramos ese camino, y nos advirtió, "si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos".
Tenemos una revolución pendiente y en la que no hemos avanzado nada desde los primeros cristianos, antes bien, hemos retrocedido, hemos ido en el sentido contrario a las enseñanzas de Jesús para pasar de entender y buscar un camino de religión externa a un camino de religión interno, de cumplir la Ley a hacerla mía en total convencimiento y conocimiento de lo que mi ser me exige al ser impronta del Padre, y dejar de una vez de creer en un Dios legislador y castigador si se desobedece esa Ley escrita.
El evangelio de Juan nos lo explica, nos lo expresa de manera clara, hay que vivir en el espíritu, no en la letra, pero parece que eso no interesa, no ha interesado nunca, ni a los antiguos fariseos ni a los nuevos, que continúan prefiriendo el castigo al no cumplir esa escrita Ley humana y no divina antes que dejar que el ser humano busque a Dios donde está Su esencia, en el interior de cada ser.
Perdonadme si os turbo o escandalizo con mis pensamientos, con mis palabras. No es mi intención.
Os deseo que la Paz de Nuestro Señor esté siempre con vosotros.
NND, FTAT, +Anselmo de Crespi