El sol hacía poco que había asomado por entre las verdes y selváticas montañas y sus primeros rayos reflejaron su luz en el cornetín de órdenes que anunciaba a defensores y combatientes la rendición mientras un triste e insípido trapo blanco era izado, sustituyendo a la raída y agujereada bandera rojo y gualda por la que de cincuenta hombres de guarnición treinta y tres sobrevivieron durante 337 días enfermos de beriberi, acosados por centenares de enemigos, hambrientos y heridos muchos entre los muros de la iglesia de Baler, en la filipina isla de Luzón.
Corría el año 1899 y se había creado la leyenda de esa gesta heroica en la que el honor y el amor a la patria fueron el detonante que movió a esos ejemplares soldados españoles a repetir la gesta de Numancia, siglos atrás, pero en tierras Filipinas.
Ni los atacantes filipinos quisieron considerarlos presos de guerra en la rendición, admirando el valor y el honor demostrado durante el terrible asedio. Hasta para los filipinos eran honorables soldados que regaron con su sangre la limitada superficie de esa iglesia de Baler, la última y pequeña parte de España, por el coraje y valor de esos hombres, en Filipinas.
Todavía a día de hoy se celebra, cada año, en Baler, un homenaje a esos valerosos y buenos soldados españoles que no dudaron en resistir hasta que comprendieron que su tesón y honorabilidad no fue la tónica que la Madre Patria tuvo, rindiéndose a las tropas norteamericanas y filipinas de tal manera que ni por la cabeza se les pudo pasar a los defensores de Baler que eso hubiera ocurrido.
Una pena que a esos valientes, a los que todo el mundo reconoce la gesta e incluso los filipinos no han dejado caer en el olvido, en su tierra, en esa Patria a la que defendieron con todo su ser el reconocimiento se quedó en una medalla para el oficial a cargo, dos pensiones a dos viudas de otros dos oficiales caídos en Baler y en nada más.
La Patria sintió vergüenza de esa guerra y lo.pagó con el olvido a esos valientes, de los que muchos murieron en la más completa miseria y sin ningún reconocimiento por parte de sus compatriotas.
Ahora, en estos tiempos, parece que se les hace justicia, pero ya es tarde para aquellos que, enfermos, heridos y hambrientos, a las propuestas de rendición rodeados y acosados por centenares de enemigos, contestaban con un grito de ¡¡¡¡VIVA ESPAÑA!!!! al tiempo que, cargando de nuevo su fusil, repelían un nuevo ataque.
Hoy es el aniversario de la caída de Baler, hoy es su día, el día del honor, de la lealtad a la patria, del valor y de la conmemoración de esa gesta heróica de LOS ÚLTIMOS DE FILIPINAS.
Quede para la historia y como ejemplo para los futuros españoles esos valientes soldados españoles defensores de Baler.
NOTA FINAL
"Mucho supone con el fragor de la batalla el ataque a la batería formidable; mucho el cruzarse con las bayonetas enemigas, pero aún hay algo más de pavoroso y de irresistible, y de difícil en la tenaz resistencia del que una hora y otra hora, un día y otro día, sabe luchar con la obsesión que le persigue, sostenerse tras la pared que le derriban y no ceder a los desfallecimientos del cansancio. Tal es el mérito de los defensores de Baler, de aquella pobre iglesia donde aún seguía flameando la bandera española diez meses después de haberse perdido nuestra soberanía en Filipinas. Los que hablan de fantasía que lo mediten; los hombres de corazón que lo avaloren. "
(NOTA FINAL copiada de El Sitio de Baler (Notas y recuerdos) del capitán de Infantería don Saturnino Martín Cerezo)