Leemos habitualmente que la Orden del Temple fue creada por y en el interior del seno de la Iglesia, y nos quedamos tan anchos aceptando eso que luego muchos utilizan para dar legitimidad a la disolución de la misma por parte del Sumo Pontífice católico, y no es cierto.
La Orden fue creada en 1118, año en el que un pequeño número de caballeros, liderados por Hugues de Payens, juraron dedicar sus vidas a proteger a los peregrinos en Tierra Santa, prestando juramento a Esteban, Patriarca de Jerusalen el 25 de noviembre de 1119, coincidiendo con la coronación, en el mismo día, de Balduino II como rey de Jerusalen.
No es hasta nueve años más tarde, 1128, año en el que se convoca el Concilio de Troyes, con el objetivo principal de considerar las peticiones de reconocimiento de la Orden del Temple y dotarla de la famosa Regla.
Es decir, la Iglesia no crea la Orden, aunque la reconoce y la dota de la Regla nueve años después, y en mi corto entender, la Iglesia no podía disolver la Orden, tan solo dejar de reconocerla, pero toda esa bula de excomuniones a quien vista su habito, etc.etc. podría ser válido si la Orden se hubiera empeñado en continuar dentro de esa Iglesia que había traicionado, desmembrado, encarcelado, torturado y asesinado a una gran parte de sus miembros.
Eran unos tiempos en los que el poder real y el poder de la iglesia estaban por encima de las vidas de cualquier ser humano, pero ahora, afortunadamente, ya no. Dejemos pues de dar legitimidad jurídica a la sentencia vía apostólica de un cobarde y criminal Papa y a sus Bulas del Infierno, que solo les atañen e importan a ellos, nunca a quien desde el principio de su creación en 1118 jamás traicionó y dejó de ser fiel al Único Maestro, a quien le ofrecemos y para quien pedimos toda la Gloria, a Nuestro Señor, de quien somos su Blanca Milicia, pues Él nunca falla, nunca traiciona.
NND, FTAT.