Madrid tiene hambre. Así de duro, así de cruel.
Mientras desde el gobierno de la nación se pelea por mantener este estado de excepción encubierto bajo la denominación de estado de alarma, desde el gobierno de la Comunidad no se trata el problema del hambre de miles de ciudadanos que esperan seis, siete, ocho horas interminables para recibir una bolsa de comida para llevar a casa.
Miles de madrileños que con esto del puto bicho dejaron de trabajar por culpa de las promesas de un ERTE que aún la mayoría no ha cobrado. Más miles de madrileños que sin trabajo contratado ejercían de lo que podían en trabajos sin control ni alta en la seguridad y que vieron cómo el Covid se llevaba sus expectativas de ganar un puñaito de euros con los que comer.
Todos ellos hoy con algo en común, el hambre, la mirada de sus hijos esperando la comida del día, y el llanto amargo de quien no.puede buscarse la vida para dar de comer a los suyos en estos tiempos de ruina y escasez, porque las normas del estado mantienen a raya a quien se intenta escapar del gueto de los horarios permitidos si no tienes justificación para estar en la calle, y parece ser que buscarte la vida para poder comer no es bastante justificación.
Unos y otros discutiendo en que si una cacerola y una bandera es infringir la ley y si El País Vasco se ha beneficiado de su relación amorosa con el presidente, y mientras, miles de madrileños con esa otra pandemia atroz que es el hambre.
Las iglesias, las congregaciones de muchas iglesias luchan en esa primera línea del hambre, junto con asociaciones de vecinos y ONGS que combaten también como pueden, solos, sin ayudas oficiales, para que en Madrid el hambre se vea derrotado.
Pero el hambre es un gran ejército que cuenta con las mentiras del gobierno y la nula atención de la Comunidad, y cuesta cada vez más atender a tanto dañado colateral por esa hambruna que avanza a paso de oca por las calles de Madrid.
El pueblo ayuda al pueblo. La solidaridad vecinal, la ayuda anónima, las donaciones de quien no le sobra pero puede compartir, las legiones de voluntarios buscando productos que llevar a esos oasis de esperanza, repartiendo presencialmente arriesgándose a contagiarse con el bicho, más monjas y curas arremangados intentando plantar cara a la necesidad, es el ejército del pueblo contra el hambre.
Mientras, los políticos a lo suyo.
Madrid pasa hambre, Madrid tiene a miles de desesperados, y créanme, no hay nada más peligroso que unos padres que no pueden dar de comer a sus hijos. Ante eso, ni alarma, ni bicho ni constitución, PAN, PAN Y PAN.
Fdo. Fr. +Anselmo de Crespi.